LA ANTIGUA MINA DE SAL DE ACALAPA 3

16-Diciembre-2020

R. Olán.

Página 3/4

No conformes con el resultado de la inspección del Dr. Hechler, el Gobierno envía gente más especializada, de manera que en las páginas 169 a 172, esta obra nos narra: “En vista de estas comunicaciones, nombró el Supremo Gobierno a los generales D. José Gómez de la Cortina y D. Juan Orbegozo, para que examinasen el asunto y expusiesen su dictamen, y ambos señores dieron el informe siguiente: INFORME, dado al Ministerio de Gobernación acerca de los pozos salados y depósito de chapopote descubiertos en las inmediaciones del pueblo de Moloacán, distrito de Acayucan, Departamento de Veracruz. Excmo. Sr.- Cumpliendo con la respetable orden del Excmo. Sr. presidente, que Vuestra Excelencia tuvo a bien comunicarnos en 6 de Setiembre último, para que manifestemos nuestra opinión acerca de los temores concebidos en los pueblos de Moloacán e Ixhuatlán, del Departamento de Veracruz, distrito de Acayucan, de una erupción volcánica, a causa de varios fenómenos que han aparecido en las cercanías del primero de aquellos, y que se expresan en una carta de aquella prefectura, y en un informe del Dr. D. Federico Hechler pedido por ella; vamos a exponer lo que nuestros cortos alcances y limitada instrucción nos sugieren, en materia que es en verdad tan oscura como importante. Los fenómenos que refieren aquellas personas, se reducen a que en un cerro aislado, que dista como una legua de Moloacán, de resultas de unos temblores, de cuya época solo dicen que se verificaron hace algunos meses, se descubrieron unas grietas y hoyos en las que se encuentra sal, ya disuelta en agua, ya sólida envuelta en chapopote, más o menos endurecida, y generalmente de elevada temperatura, que comparan a la del agua hirviendo. Que estas hendiduras exhalan intolerables vapores hediondos y causan dolores de cabeza y sensación febril, persistentes por muchas horas. Que el chapopote se halla solo, o mezclado con la sal en todo el cerro, y que la sal es amarga por el betún que contiene. Y finalmente, que se oye por aquellas hendiduras un ruido muy fuerte y pavoroso. El Sr. Prefecto dice también que el líquido se compone de alquitrán (chapopote), azufre y vitriolo en abundancia. • La reunión de todos estos fenómenos inspiró a los señores informantes la idea de que aquel cerro oculte un fuego que pueda convertirle en un volcán, y luego en una laguna, con destrucción de aquellos pueblos; y recelan que en la próxima estación de vientos del Sur, los fenómenos que acompañan a estos (los que se indican de un modo poco inteligible) se violente la formación del formidable volcán. Desde luego ocurre al pensamiento, que aquella gran cantidad de sal y de chapopote no ha podido formarse instantáneamente, ni aparecer a la superficie del globo impelida por el estremecimiento volcánico que, según cree el Sr. Hechler, abrió las hendiduras del cerro. Tampoco se dice que este apareciese, a consecuencia de los temblores, donde antes no existía. Así pues, es forzoso inferir, que la novedad proviene de no habérsele observado antes, por lo despoblado y montuoso del país, la cortedad del vecindario de Moloacán y las ocupaciones de sus habitantes; y a lo más concederemos, aunque con duda, que las grietas y hoyos se abrieron por los últimos temblores, y dieron lugar a que se descubriese la existencia de la sal y del chapopote, sustancias que aparecen tan mezcladas y tan abundantes; y pues que esta reunión (que debe ser muy antigua) no había sido percibida hasta hoy, no será muy aventurado presumir que no amenaza con ningún riesgo próximo, ahora que se ha conocido su existencia. Aun con otras razones trataremos de probar que no debe recelarse ni la formación de un volcán, ni de laguna, en aquel sitio; después de lo cual hablaremos de la verdadera importancia del descubrimiento en sí mismo. Las ideas que hoy se tienen acerca de las causas de las erupciones volcánicas, hacen que se atribuyan a ciertas comunicaciones con el interior del globo, por medio de profundísimas hendiduras, por las que sale a veces una parte de las sustancias que en aquel interior se suponen en estado de fluidez por el fuego. Estas lavas, estos productos de las erupciones volcánicas, son semejantes en todas las partes del mundo en que han podido observarse, y difieren considerablemente de la sal gema o piedra, y del chapopote o asfalto; sustancias que abundan en muchas partes distantes de los volcanes conocidos, y aun de los apagados. Por consiguiente, de ninguna manera la existencia de la sal y chapopote pueden ser indicantes de la formación de un volcán, ni de la de un lago considerado como volcánico, pues aunque hay ejemplares de eminencias convertidas en lagunas, ha sido efecto de causas muy distintas, cuya explicación nos ocuparía mucho tiempo, bastando decir que no parece ser el terreno de las inmediaciones del Goatzacoalco [Coatzacoalcos] de la naturaleza de aquel en que se observan esta clase de accidentes. La elevación de la temperatura, notada en el agua salobre, y los vapores experimentados, que los informantes gradúan de eléctrico volcánico y de insufriblemente hediondos, y que causan dolores intensos de cabeza y una excitación febril de muchas horas, no son tampoco fenómenos precisamente volcánicos, sino más bien efecto de la combinación del chapopote con la sal. Es igualmente sabido que la formación de la sal gema va frecuentemente acompañada de la de sulfato de cal (yeso), y aunque no se nombra como existente ahí esta sustancia, ni tampoco la descripción de aquel terreno es perfectamente geognóstica, tal vez exista aquella, y su descomposición dé lugar al desprendimiento de hidrógeno sulfurado, causa bastante para tales fenómenos. Esta conjetura se robustece, al ver que expresan ser la composición del líquido de los hoyos alquitrán (chapopote), azufre y vitriolo en abundancia, lo que parece suponer que percibieron algún olor de azufre. Los intensos ruidos subterráneos que advirtieron, supuesta la elevación de la temperatura de aquellas sustancias, la emisión de vapores y la existencia de cavernas, se explica fácilmente por los que deben producir los gases al pasar de unas partes a otras de aquellas concavidades, cuando los dilata la elevación de temperatura, o los impele una nueva producción de los mismos. De todos estos fenómenos se concibe fácilmente las causas, sin recurrir a la existencia de un fuego subterráneo inmediato que amenace abrirse paso, ni que sea ayudado por los efectos, o superficiales o interiores, propios de la estación de los vientos del Sur en aquellos terrenos, cuya indicación no comprendemos: mucho menos hay que recurrir para explicarlos, a la comunicación interior (subterránea suponemos) con la Sierra Madre hacia Tehuantepec, que no presenta por aquellos parajes ningún indicio volcánico. Más cerca de Moloacán que la Sierra Madre se encuentra la de los Tuxtlas, en la que, aun cuando no existiera la Sierra de San Martin, de la que se conocen varias erupciones, bastaría la más ligera inspección del terreno entre Catemaco y San Andrés, para ver a poca profundidad innumerables corrientes de lava antiquísima, entre las que sobresalen las que obligan al Rio de San Juan a formar dos hermosas y casi ignoradas cascadas, la mayor de las cuales lleva el nombre de Salto de Eyipantla. La laguna de Catemaco, de muchas leguas de circunferencia (tal vez nueve) muy poblada de diversas especies de peces, que da origen al citado río, no nos parece de origen volcánico, a pesar de su proximidad a Tuxtla y de su elevación comparativa con el nivel del mar, que pasa de cuatrocientas varas. Excuse V. E. esta corta digresión, a que no ha podido resistirse nuestra pluma, llevada del encanto que recordamos haber experimentado al recorrer con demasiada rapidez aquellas montañas del Cantón de Tuxtla, sitios de escenas alpinas, comparables, si no superiores, a la que los viajeros y dibujantes nos pintan de las vistas mágicas de la Oceanía y de la India Oriental.