Comienza el otoño y nos olvidamos de la dieta, las ensaladas o los zumos de fruta. El cuerpo “nos pide” algo más fuerte, calórico y caliente.
Esta necesidad de comer mucho continúa durante el invierno y recién merma cuando las temperaturas primaverales aumentan.
¿Por qué el frío nos hace comer más? En este artículo te lo contamos.
Comer más cuando hace frío
A la mayoría de las personas nos sucede lo mismo: los días más cortos, las temperaturas más bajas, la nieve o la lluvia y quedarnos más tiempo en casa nos hace comer más.
La necesidad de ingerir una mayor cantidad de alimentos no se debe solo a que estamos aburridos todo el fin de semana en el sofá o en la cama, sino a que el cuerpo precisa más calorías para calentarse, entre otros motivos.
Podemos pensar que el problema es “del frío”, pero esa tampoco es la única causa de nuestras ganas de comer más en invierno.
Es verdad que el descenso de temperatura cambia nuestros hábitos pero una gran parte de las necesidades orgánicas cambian con el paso de las estaciones.
Para comenzar, debemos tener en cuenta que la luz natural en otoño e invierno es menor que en primavera y verano. Los días son más cortos y más grises.
¿Qué provoca eso en nuestro cuerpo? Un aumento en la producción de la hormona melatonina, encargada de disminuir la temperatura corporal y, por ende, aumentar la necesidad de consumir más calorías.
De esta manera el metabolismo se regula y se mantiene en los 37 °C normales. Esta puede ser una de las razones por las cuales, por ejemplo, cuando hace frío nos decidimos por cosas dulces como pasteles o bollería.
Ya que tanto la temperatura corporal como la ambiental descienden, el efecto es doble. El cuerpo nos pide más comida para no sufrir hipotermia (aunque en realidad estemos bien abrigados o frente a la calefacción).
Las emociones invernales nos hacen comer más
Si a estos cambios orgánicos y externos le sumamos el hecho de que en invierno pasamos más tiempo encerrados y nuestras actividades se reducen a lo mínimo (trabajar, dormir, comer, mirar televisión, cocinar) el aburrimiento se apodera de nosotros… ¡y nos da hambre!
¿Cuántas veces has ido a la cocina y buscado comida solo porque no tenías otra cosa mejor que hacer? ¿Y qué sucedió esos momentos en que estabas atareado de trabajo u ocupado en alguna tarea? ¡Te olvidas de comer!
La inactividad, entonces, nos conduce a ingerir más alimentos. Como hace frío es difícil que elijamos una fruta o una ensalada. Preferimos un cocido, un café con leche o un pastel con chocolate.
Otra cuestión que debemos considerar es el hecho de que en invierno sufrimos lo que se conoce como “trastorno afectivo estacional”.
No poder salir con amigos, mirar por la ventana y ver que llueve o nieva, estar encerrados en un piso pequeño de ciudad…
Todo ello deriva en un sentimiento de angustia o de nostalgia que, al parecer, solo se disipa comiendo y, por supuesto, nada saludable sino alimentos grasosos, azucarados o fritos.
¿Cómo evitar comer más cuando hace frío?
No podemos hacer nada por cambiar el paso de ciertas estaciones, a menos que viajemos a lugares más cálidos y pasemos una temporada en el hemisferio contrario seis meses al año.
Calefaccionar bien el hogar o abrigarnos mejor puede ser una forma de evitar las ansias por comer más por culpa del frío.
No obstante, es casi inevitable que nuestro organismo nos pida comida si estamos encerrados en casa mientras afuera llueve o nieva.
Entonces debemos pensar de qué manera “engañar” al estómago y al cerebro para que se sientan satisfechos y consigan el aporte de calorías correctas.
Como primera medida, te recomendamos que seas más inteligente al momento de hacer la compra.
Esto quiere decir no llenar las alacenas o la nevera con productos poco saludables. En lugar de ello ten siempre a mano frutos secos o semillas de girasol que se puedan comer en el momento.
Un plato de pasta seca, un trozo de queso magro o unas galletas de harina integral o de algarroba pueden ser también buenas opciones.
Si mueres por algo dulce consume chocolate lo más puro posible. No te olvides del poder saciante y nutritivo que tienen las sopas y los caldos. Te reconfortan y, al mismo tiempo, elevan la temperatura corporal y llenan el estómago.
Por otra parte, no debes pensar que la llegada del invierno te prohíbe hacer lo que te gusta.
Es verdad que no podrás nadar en el mar o hacer un picnic en el parque pero hay muchas más opciones divertidas en estos meses.
Fria
¿Qué tal ir al gimnasio en el coche, aprovechar para leer esos libros que tienes pendientes, mirar varios capítulos de tu serie favorita o encontrarte con tus amigos más temprano que de costumbre?
Los fines de semana al mediodía puedes, aunque sea, pasear por tu barrio.
Aprende sobre un concepto conocido como “Hygge” y originario de Noruega.
Los habitantes de este país están muy agradecidos por lo que tienen, aunque eso signifique pasar varios meses en casa debido a las condiciones climáticas adversas.
Ellos aprovechan ese tiempo para estar en familia, hacer lo que les gusta, meditar, jugar con los hijos, etc. Si estás ocupado y feliz… ¡comerás menos!